Antes de “Bailando con lobos” todo esto era campo

Antes de “Bailando con lobos” todo esto era campo

Te das cuenta de que ya no eres un chaval cuando terminas tus opiniones con la frase “las cosas han cambiado mucho”. Efectivamente los tiempos han cambiado y los Oscars de Hollywood también. Por algún motivo siempre pienso en “Bailando con lobos” como el final de una época. Me refiero a la época de las grandes películas. Películas no sólo de elevado presupuesto sino también de grandes historias. Películas de paisajes inabarcables y majestuosos decorados, con la participación de innumerables extras. Ejemplos paradigmáticos de este tipo de cine serían “Ben Hur” o “Lo que el viento se llevó”. Películas grandes no solo en la forma sino también en su fondo. Películas de hazañas gloriosas, de grandes conquistas o arrebatadas pasiones.

Hay algo de todo eso en “Bailando con lobos”, tal vez la última película con ideales de grandeza. A partir de entonces el cine ha ido cambiando. Con “Parque Jurásico” llegaron los efectos digitales. La película “Titanic” de James Cameron es posterior a “Bailando con lobos” pero indudablemente ese barco diseñado por ordenador no ofrecía la misma sensación que las indómitas praderas de Kevin Costner. Con la imagen virtual el cine se volvía pequeño y sobre todo perdía veracidad. En los años 90 Hollywood siguió premiando películas de corte clásico, como “El paciente inglés”, pero algo se había perdido para siempre.

Desde entonces los premios Oscars han emprendido una deriva hacia un cine pequeño y de tono indie. En estos últimos años el cambio ha sido alarmante. Han ganado Oscars películas más propias de festivales como Sundance. Un cine alternativo y fácilmente olvidable que por alguna razón conquista premios y reconocimientos. En 2021 ganaba “Nomadland”, un homenaje a la monotonía donde lo más apasionante era comprobar que no pasaba nada. Mucho peor fue 2022 donde directamente ganaba un telefilme melodramático llamado “Coda”. Hollywood necesita subirse al carro de las nuevas tendencias y los movimientos sociales como Me too, la ideología Woke o el ecologismo marcan la pauta de lo políticamente correcto. Ni siquiera es una cuestión de principios sino más bien de rendimiento económico. El cine está obligado a ofrecer lo que el público quiere ver.

Veremos lo que ocurre en la próxima ceremonia de los Oscars 2024. Desde luego el “Napoleón” de Ridley Scott está muy lejos de ser una película pequeña. Tampoco lo parece la última de Scorsese, “Los asesinos de la luna”, una incursión histórica en la América pionera, en la frontera entre civilización y barbarie. También se está hablando mucho de “El asesino” de David Fincher que recibió una clamorosa ovación en Venecia. Al parecer un asesino casi filosófico. También “Oppenheimer” de Christopher Nolan parece tener posibilidades de ser la mejor película de 2023. La película que con toda probabilidad recibirá algún premio será “Barbie” que ha dividido al público pero ha estimulado el debate sobre los estereotipos sexuales.

En efecto los tiempos han cambiado mucho, pero quiero terminar con una reflexión. En 2017 se presentaron a los Oscars dos películas muy distintas: “Moonlight” y “La la land”. Dos formas casi opuestas de entender el cine. “La la land” sería el vestigio de aquel cine entendido como gran espectáculo mientras que “Moonlight” representaría la vanguardia de las nuevas ideas sociales. Hoy nadie recuerda “Moonlight” aunque finalmente fue la ganadora del Oscar a la mejor película. En cambio todos nos acordamos de “La la land”.

Perico Gual

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