Busque el original y rechace imitaciones

Busque el original y rechace imitaciones

Curiosa paradoja cinematográfica: vivimos en los tiempos de la novedad continua. La actualidad manda y estar a la última es casi una obligación. Todo tiene que ser nuevo, diferente, el último grito. Todo lo que ocurrió ayer es agua pasada y casi nos obligan a olvidar (pasar página lo llaman ahora) para poder mirar siempre adelante. Ahora lo que mola es el futuro, nuevas metas, nuevos horizontes, nuevos desafíos.

Sin embargo en el cine ocurre un asunto curioso. No recuerdo una época donde el cine se repita tanto a sí mismo. Un cine saturado de películas que son segundas partes de otras, o secuelas o precuelas, así como un abanico de anglicismos (reboot, remake, spin-off) para referirse al plagio y la copia. En resumen: en la era de la novedad nunca habíamos tenido un cine tan igual. Tan repetido.

La historia del cine nos ha dado, en contadas ocasiones, segundas partes que resultaron mejores que la primera. Hay casos memorables como la segunda parte de “El padrino” o la segunda parte de Star Wars, aquella en la que Darth Vader confesaba su paternidad al borde del abismo. Pero en general las segundas partes (no hablemos de las terceras) suelen ser innecesarias. En mala hora se le ocurrió a George Lucas ampliar el universo Star Wars con esa infantil precuela y ese ridículo Yoda dando brincos como una pulga de circo. Tampoco era necesario convertir una obra maestra como “Alien, el octavo pasajero” en una saga sin ninguna coherencia narrativa ni estética.

Ahora llegan a las salas de cine “Gladiator II” y “Wicked”, dos películas que confirman esta escalada de la copia como triste constante del cine actual.

Podemos estar todos de acuerdo en que “Gladiator II” no era necesaria. En 1999 Ridley Scott sorprendió al público con una película de romanos, un género relegado al olvido. Una elección arriesgada, pues a las puertas del siglo XXI el cine miraba al futuro con películas cibernéticas como “Matrix”, sin embargo Scott se atrevió con un género totalmente pasado de moda. Pero “Gladiator” resultó un éxito rotundo. No sólo arrasó en taquilla sino que se levantó como la mejor película de los Oscar de aquel año. “Gladiator” combinaba elementos muy atractivos para el público: la épica venganza del protagonista contra el malvado emperador y las violentas contiendas en la arena del circo romano. El actor Russell Crowe quedó para siempre ligado a la figura de su protagonista, el legendario general Máximo Décimo Meridio.

En esta segunda parte será el hijo del difunto general (asesinado a traición por el perverso emperador) quien debe continuar defendiendo el honor de su familia, pero en esta ocasión las motivaciones del protagonista no quedan muy claras. La película se esfuerza en dar sentido a una nueva venganza en un argumento muy forzado.

Ridley Scott sabe que su público, al igual que en las gradas del circo romano, quiere violencia. El endeble argumento es una excusa fácil para la acción desenfrenada, que es realmente el punto fuerte de “Gladiator II”. Pero también aquí la película se resiente en su voluntad por sorprender al espectador con luchas cada vez más sofisticadas. La obsesión por el espectáculo nos regala escenas ridículas, como esa grotesca lucha de gladiadores contra monos asesinos.

Al parecer “Wicked” es una adaptación de una obra de Broadway de enorme éxito en Estados Unidos, tanto es así que actualmente sigue de gira en teatros de todo el mundo. “Wicked” que en castellano se traduciría por “encantada”, es un desvío argumental de la magistral “El mago de Oz”. La historia se centra en las brujas del mundo de Oz, concretamente en la bondadosa Hada Buena del Norte y la malvada Bruja del Oeste. “Wicked” nos cuenta el nacimiento de ambos personajes antes de la llegada de Dorothy al mundo de Oz.

La gracia de todo el asunto es revelarnos que las cosas no son lo que parecen y que tal vez las brujas malas no son tan malas y las hadas buenas tampoco son tan buenas.

Personalmente no puedo evitar sentir cierta urticaria ante una película que subvierte los valores de “El mago de Oz” y los pone del revés. Algo parecido me ocurrió hace unos años con “Barbie”, donde utilizaban a la muñeca como emblema revolucionario para la reivindicación feminista. Tanto “Barbie” como “Wicked” transforman sencillos entretenimientos infantiles en complejas teorías de fondo intelectual. Desde luego los niños, afortunadamente, no van a entender ni jota.

Perico Gual

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