Ustedes pensarán que ser Kevin Costner es fácil porque es guapo. Guapo y rico. Bueno,
ahora más que guapo es un apuesto madurito, pero en su momento Kevin Costner estaba
todo bueno (como dice ahora la juventud). Pero al pobre Kevin le llueven las críticas desde
hace 30 años.
Kevin Costner empezó en el cine como guapo. En fin, como casi todos. La película “El
guardaespaldas” reveló a Costner como auténtico mito sexual. Un ídolo de masas. Aunque
el objetivo de “El guardaespaldas” era reafirmar la fulgurante carrera de la cantante
Whitney Houston, la película puso en el foco a ese tímido galán todavía no muy conocido.
La película, una empalagosa cursilada, fue un bombazo de taquilla que consolidó tanto la
carrera de la cantante como la del actor.
Aunque en el western “Silverado” un jovencísimo Costner interpreta a un alocado vaquero
su perfil era de guapo discreto. Costner no era un hombre de acción, como podía ser Mel
Gibson, sino más bien un hombre recto y honorable. Su atractivo trasmitía un clasicismo
reposado de galán noble que recordaba a un cine de otro tiempo, encarnado en figuras
como Gregory Peck o Gary Cooper. Su trabajo como actor evoluciono hacia ese perfil de
hombre justo, con papeles como el de Eliot Ness luchando contra Al Capone en “Los
intocables” o aquel fiscal idealista de “JFK” intentando demostrar un complot en el
asesinato de Kennedy.
En 1990 su idealismo se hizo poesía con “Bailando con lobos”. La obra maestra de su
vida. Costner no sólo era el protagonista, sino que por primera vez dirigía una película y la
jugada le salió redonda. “Bailando con lobos” ganó siete Oscar. Una película enorme,
majestuosa y lírica, que hablaba con enorme cariño de los indios Sioux. No era, ni mucho
menos, la primera película que defendía a los indios. El cine de los años setenta
desmitificó el estereotipo del indio malo y se acercó con respeto a sus costumbres. Pero
“Bailando con lobos” transmitía una magia especial. Sin duda debido al idealismo de su
director. “Bailando con lobos” no era ni mucho menos una película realista. Su visión
buenista de los Sioux rozaba lo cursi, pero su mensaje de comunión con la tierra, casi un
canto espiritual, conectó de forma inmediata con el público. A pesar de su emocionalismo
facilón “Bailando con lobos” sigue siendo, a día de hoy, una película muy hermosa.
Contra todo pronóstico “Bailando con lobos” significó el principio de los problemas.
Animado por su reciente éxito y algo de vanidad megalómana Costner se embarcó en
ambiciosas producciones que resultaron desastrosas. “Waterworld”, una suerte de “Mad
Max” acuático casi le llevó a la bancarrota y poco después “Mensajero del futuro”, una
versión postapocalíptica de la Guerra de Secesión, tampoco logró la simpatía del público.
A pesar de tenerlo todo en contra Costner se fue posicionando, discretamente, como un
autor a tener en cuenta, teniendo el western como su espacio natural. “Silverado”, “Wyatt
Earp” y “Open range” confirmaron su buena mano en el género, tanto delante como detrás
de la cámara.
“Horizon”, la película que estrena ahora como director, es el particular homenaje de
Costner a un género que le ha dado sentido a su carrera. De nuevo una película
megalómana, con aires de grandeza que pretende ser un enorme fresco de la América
pionera. Un western de clara vocación clásica, dividido en varias entregas de la que ahora
nos llega la primera parte.
Ahora que están de moda las películas complicadas, con todos los directores subiéndose
al carro de las rarezas para ser modernos y poner las cosas del revés, Costner llega para
poner las cosas al derecho. “Horizon” es recta desde el título. Nada mejor que apelar a la
línea del horizonte para sugerir orden y estabilidad. Una película sacada de otro tiempo en
la que todo está claro desde el principio. Los buenos son buenos y los malos son malos.
Hay vaqueros atravesando infinitas llanuras y hay indios agazapados entre las rocas. Hay
conflictos, hay venganzas y todo se entiende a la perfección. Hay incluso amores de los de
antes. Amores románticos, con un caballero que corteja con respeto a su dama. En fin,
todo como antes. Como siempre.
Lo más nuevo de “Horizon” es que no hay novedad. Con la ocurrencia y las rarezas
campando a sus anchas lo mejor que podemos pedir al cine es que, por favor, no haya
más novedades. Con Kevin Coster el Séptimo de Caballería cabalga de nuevo para poner
las cosas en su sitio. Tres horas de aventura que pasan volando. Y qué guapos son Sam
Worthington y Sienna Miller al sol del atardecer.
No es fácil ser Kevin Costner en este mundo flácido que ya no necesita héroes ni
protectores. No es fácil ser Kevin Costner cuando el cine ya no pide vaqueros sino rarezas,
romances no binarios o argumentos deconstruidos. No es fácil ser Kevin Costner si has
hecho “Waterworld”. No es fácil estrenar “Horizon” con (casi) toda la crítica profesional en
contra. Aguanta Kevin y tócala otra vez. Toca de nuevo la corneta al toque de batalla y
estrena la segunda parte de “Horizon” aunque pierdas dinero.