“El jovencito Frankenstein” se hace mayor

“El jovencito Frankenstein” se hace mayor

El mundo del cine se ha llenado de palabras horrorosas para definir un mismo concepto: la idea de copia. Neologismos horteras como remake, reboot o spin off son la jerga habitual de la juventud de internet. Para ellos la idea de copia es el pan nuestro de cada día. De hecho empieza a ser una queja recurrente la falta de originalidad en cine y televisión donde todo es siempre una versión de algo anterior.

Nadie quiere reconocer que copia. En el colegio significaba un suspenso inmediato. Pero los artistas siempre han mirado de reojo a otros para inspirarse. No debe ser fácil para su vanidad admitir que su creación no es idea suya sino del vecino. Picasso, sin pelos en la lengua, lo admitió con natural arrogancia: “los grandes artistas copian, los genios roban”. Poco a poco el mundo del arte se fue liberando del miedo a copiar. A ese momento se le llamó postmodernismo. El filósofo Jean Baudrillard escribió un famoso ensayo en el que defendía que la sociedad no hacía más que copiar y que el mundo se estaba convirtiendo en un vulgar bazar de la imitación. Algo de razón debía tener porque la copia ha alcanzado su paroxismo en la era digital. El mundo virtual amenaza con ser una copia mejorada de la realidad. A través de las redes sociales experimentamos una doble vida, una versión idealizada de nosotros mismos donde somos más guapos y más felices. El gran simulacro que pronosticaba Baudrillard ya está aquí.

La película “El jovencito Frankenstein” cumple 50 años. En los años 80 la película sorprendió al público convirtiendo un clásico del cine de terror en una parodia. Aquello era una novedad. Unos años antes Roman Polanski también había puesto un poco de humor al mito de Drácula en su película “El baile de los vampiros”. Pero había en “El jovencito Frankenstein” algo realmente nuevo. Algo realmente original que no tenía nada que ver con el humor. “El jovencito Frankenstein” copiaba sin complejos el “Frankenstein” de James Whale de 1931. No se trataba de una leve similitud sino una película copiando descaradamente otra película.

“El jovencito Frankenstein” fue la tercera película de Mel Brooks y la que proyectó su popularidad. Fue el actor Gene Wilder quien propuso a Brooks rodar una comedia basada en las películas de terror de Universal. Entre ambos lograron una película que respetaba el sabor añejo del clásico de Whale y al mismo tiempo aportaba modernidad con un guion gamberro. Los ágiles diálogos entre el Doctor Frankenstein y su criado Igor fueron esenciales para conseguir el tono de humor absurdo de la película. Impagable la actuación de ambos actores: Marty Feldman, con sus grotescos ojos saltones, interpretando a Igor, un criado que ignora que tiene joroba y Gene Wilder interpretando a un doctor Frankenstein que reniega de su oscuro apellido y se empeña en llamarse Fronkonstin.

Probablemente ni Wilder ni Brooks esperaban que “El jovencito Frankenstein” se convirtiera en la película de culto que es hoy en día. Algunas de sus escenas son tan respetuosas con el pasado que se hace difícil distinguirla del original de 1931. Su magistral fotografía en blanco y negro y sus perfectos decorados transmiten verdadera pasión por el cine clásico. “El jovencito Frankenstein” no es una simple película para echarse unas risas, es mucho más. Es un cariñoso homenaje que pone en valor a su referente y nos ayuda a entender el pasado con su fanática cinefilia.

Perico Gual

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