Ha muerto el actor Donald Sutherland. Más de 50 años dedicado al cine. No era necesario ser un gran aficionado al cine para reconocerle. Todos lo hemos visto en alguna película porque estaba prácticamente en todas.
Alto sin ser guapo, desgarbado pero con presencia, su mostacho caído era su seña de identidad pero también su mirada inteligente. Una mirada astuta acompañada de una media sonrisa que parecía esconder un as en la manga. Su expresión aviesa era perfecta para papeles ambiguos, a medio camino entre el bien y el mal. Sutherland no se casaba con nadie, iba por libre, un verso suelto del naciente Nuevo Hollywood.
Los años 70 consagraron su popularidad. Sus primeros papeles fueron en películas de guerra, pero no la guerra solemne de los años cincuenta, sino la guerra desenfadada de los setenta, con aroma de buen rollo.
Doce del patíbulo
Formó parte del variopinto pelotón de “Doce del patíbulo” e interpretó a uno de los informales doctores de “M.A.S.H”, en ese disparatado hospital de campaña durante la guerra de Corea. En “Los violentos de Kelly” logro uno de sus papeles más gamberros, interpretando a un estrafalario oficial de tanques al mando de una cuadrilla hippie que se tomaba la guerra a chirigota.
En el clásico bélico de John Sturges “Ha llegado el águila” era el contacto civil, en un apacible pueblo inglés, en un complot nazi para matar a Churchill. Sin ser una película bélica es obligado mencionar su papel en “Novecento” de Bernardo Bertolucci, en el papel de un cruel capataz nazi en una villa italiana.
Su versatilidad le permitió moverse en los géneros más dispares, desde la comedia hasta el terror. Clásicos de terror como “Amenaza en la sombra” o “La invasión de los ultracuerpos” no serían lo mismo sin su presencia.
Klute
Sutherland nunca logró un papel protagonista carismático, a la altura de su talento. Pero sería faltar a la verdad llamarle actor secundario. En “Klute” el actor compartía protagonismo con Jane Fonda, interpretando a un detective que protegía a una prostituta durante la investigación de un crimen y Federico Fellini lo convirtió en protagonista absoluto, un sardónico fornicador en la barroca versión de “Casanova”.
Sus apariciones, por muy breves que fueran, dotaban a la película de un aura de inteligencia. Su mera presencia en una escena mejoraba la película y enriquecía la trama. En “JFK” de Oliver Stone su discreta intervención, al final de la película, daba las claves para entender el asesinato de Kennedy.
Con el tiempo su rotundo físico perdió ligereza cómica pero adquirió solemnidad. Una solemnidad marcada por la inteligencia. Sus apariciones, cada vez más fugaces, parecían un comodín que garantizaba la calidad de la película. De nuevo su versatilidad le permitió bascular entre el bien y el mal. Su astucia evolucionó perversamente hacia lo maquiavélico, en papeles de gran villano como en “Fallen” o “Estallido”. Pero también su vis cómica evolucionó hacia la ternura, pudiendo interpretar a abuelitos entrañables como en “Cold Mountain”.
Space Cowboys
Para finalizar una mención especial para la comedia “Space Cowboys”. Sin ser un director genial una de las grandes virtudes de Clint Eastwood es su respeto a la memoria. En “Space Cowboys” la NASA requiere los servicios de cuatro astronautas retirados para una urgente misión espacial. A pesar de su edad esos cuatro vejestorios atesoran más experiencia que cualquier astronauta joven. Una película tan simplona como genuinamente americana en la que Eastwood hacía una defensa de la vejez activa. Allí estaba todo: el Sutherland inteligente, el Sutherland sarcástico, incluso el Sutherland hippie. Aunque la película era un poco tonta había un cariñoso homenaje a la tercera edad y a toda una generación de grandes actores.
Si la muerte de Kirk Douglas, no hace un lustro, significó el final del Hollywood dorado, la muerte de Donald Sutherland anuncia un nuevo fin generacional: el ocaso del Nuevo Hollywood.