Violación, un tema delicado. Si algo nos ha dejado claro el feminismo es la importancia de la subjetividad. En principio la realidad es la que es, pero desde una perspectiva humana el asunto es más complejo. Para el ser humano la realidad puede llegar a ser lo que uno mismo decide. Decía el filósofo Isaiah Berlin, a propósito de la idea de libertad, que si uno se empeña puede sentirse libre incluso preso en la cárcel. Tal es la fuerza de la subjetividad.
La subjetividad es fundamental en las relaciones humanas y con más motivo en las relaciones sexuales. Esa subjetividad cambiante es la que ha propiciado los distintos enfoques de la violación en el cine. Ahora mismo una película como “Infierno de cobardes” de Clint Eastwood sería imposible. Incluso podría ser acusada de fomentar la violación. En la película un jinete misterioso llega a un pueblo decadente para impartir justicia. El jinete, nada más llegar, se cruza con una joven que le parece atractiva y tras una torpe charla decide violarla en un granero próximo. Un acto sin consecuencias que se despacha sin ningún castigo. De hecho no queda claro si el acto se considera un delito, pues el jinete parece entender que la mujer se le ha insinuado. Es lo que tiene la subjetividad.
Hace unos años el director Ridley Scott trataba un caso de violación en la Edad Media en su película “El último duelo”. También entonces la subjetividad era motivo de disputa. En la película un caballero debía defender el honor de su esposa violada por otro noble de la corte. Uno de los temas interesantes de la película era comprobar cómo en esos tiempos no estaba claro lo que suponía una violación. De hecho, tratándose del medievo, la palabra violación se antoja anacrónica. El acusado no se sentía como un violador. A su entender su acto había sido legítimo y entraba en los privilegios de su estirpe.
También la subjetividad es crucial en “Víctima imperfecta”, que ahora se estrena en cines, sobre una violación en la Francia contemporánea. La duda sobre si hubo violación se mantiene hasta el final. La película arranca con una tensa escena de la víctima llamando a la policía desde el interior de un coche, conducido por el presunto violador. Una llamada confusa pues la víctima disimula, haciendo pasar su desesperada llamada a la policía por una anodina llamada a un familiar, mientras al otro lado del teléfono hay una agente de policía intentando entender lo que sucede. A pesar de esa llamada de auxilio la película no deja claro si hubo violación, un misterio que se desgrana a través de la investigación policial, pero sobre todo buceando en el día a día de los implicados, cuyas vidas han quedado marcadas por el suceso.
En su primera película Delphine Girard evidencia un estilo de marcado realismo social. Una mirada que pretende ser imparcial, a medio camino entre la cercanía y la distancia. Aunque la película se acerca a la intimidad de los protagonistas nunca toma partido. La directora huye delmaniqueísmo intentando que sus personajes sean seres complejos y no simples estereotipos. Hay en la película un tono casual y una ejecución deliberadamente amateur claramente inspirada en la nouvelle vague. De hecho la película es demasiado casual y demasiado amateur.
Una película poco remarcada, donde no hay buenos ni malos, en una estrategia que no sólo humaniza a los personajes, sino que impide al espectador tomar partido en favor de un clima de incertidumbre. La película encuentra en ese estilo sus virtudes pero también sus defectos.
Es lo que tiene el estilo nouvelle vague que al final el espectador tiene la sensación de que apenas ha ocurrido nada.