Hay una exótica rana amazónica cuya presencia en las selvas es señal inequívoca de la buena salud de su entorno. Lo mismo dicen de las setas. Donde hay setas hay buen bosque. La película “Puntos suspensivos” es la rana amazónica del cine español. “Puntos suspensivos” no sólo es una gratificante excepción sino la prueba de la buena salud de nuestro cine.
Desde el mismo título “Puntos suspensivos” evidencia su vocación literaria. Una película de crimen perfecto que apunta a la inteligencia y la originalidad. Pero no son precisamente la inteligencia y la originalidad las mayores virtudes de la película. Se hace difícil calificar de original una película que es prácticamente un calco de “La huella”.
“La huella” (1972) fue la última película del director Joseph Mankiewicz, famoso por sus elaborados guiones y su teatralidad de fondo literario. Precisamente el guion y la teatralidad son las grandes virtudes de “La huella”. Dos personajes muy ingleses, Michael Caine y Laurence Olivier, en una mansión muy inglesa, hablando por los codos en un duelo dialéctico lleno de adivinanzas y desafíos. Un entretenido enredo que atrapaba a sus protagonistas en un perverso juego falsamente inocente. En su época “La huella” se metió al público en el bolsillo con una trama llena de sorpresas.
Al ver “Puntos suspensivos” es inevitable pensar en “La huella” y en ese cine de intriga desenfadada tan propio de los años sesenta con Hitchcock como gran referente. Películas cuyo guion se cerraba sobre el espectador como un laberinto de pistas y triquiñuelas.
Aunque el argumento de “Puntos suspensivos” no es muy original sí lo es la elección de su director, David Marqués. Teniendo en cuenta el panorama cinematográfico español, lleno de comedias populares, es del todo inusual que aparezca un director que mire de forma tan rigurosa a los clásicos. No se puede decir que Marqués sea un director principiante, pero hasta ahora su trabajo se había centrado en la comedia urbana. De hecho acaba de firmar el guion de una comedia facilona llamada “Odio el verano”. Por eso es de agradecer este salto cualitativo que nos revela a un director maduro y con cosas que contar.
“Puntos suspensivos” funciona igual que “La huella”: de nuevo un juego verbal lleno de trampas y giros continuos. De nuevo un espacio único, en este caso un solitario chalet de diseño, donde dos escritores (Diego Peretti y José Coronado) llevarán hasta el límite la línea que separa realidad y ficción. Dos maquiavélicos personajes sobre un afilado tablero de ajedrez de consecuencias fatales.
A falta de más localizaciones la película se hace fuerte en el ritmo. Su compás, marcado por la misteriosa charla de los protagonistas, es otra de sus virtudes. Todo ello con una impecable fotografía, una calculada puesta en escena y sobre todo un guion ágil y elegante.
“Puntos suspensivos” es una película cinéfila y plagada de detalles: las máscaras tribales, el usb con forma de ficha de ajedrez, los carteles de las novelas al estilo Saul Bass, la mancha (casi un logo corporativo) de vino sobre la alfombra. David Marqués nos invita a una partida de ajedrez realmente entretenida que no hace jaque-mate pero por lo menos nos saca del vulgar parchís español.