Lo que el miedo se llevó

Lo que el miedo se llevó

Hay que ver lo mucho que ha cambiado el cine. Ahora mismo me viene a la cabeza “Lo que el viento se llevó” un perfecto ejemplo de ese amaneramiento tan propio del cine de los años 40. Es evidente que en la vida real nadie se expresa como los protagonistas de la película, una forma de hablar ampulosa y literaria. Me atrevería a decir que en aquella forma de hablar se podía intuir una conducta moral. Al menos en el doblaje español de “Lo que el viento se llevó” las voces parecían escogidas de un seminario. Voces de misa de domingo.

Lo más sorprendente no es que las formas y modos de “Lo que el viento se llevó” nos parezcan ahora anticuados, sino que en su época no lo parecieran. Es decir, en su momento aquellas formas se entendían como normales. No pretendo afirmar que la gente en la calle hablara con la petulancia de Clark Gable o la castidad de Olivia de Havilland pero el público aceptaba aquella pomposidad con naturalidad pues eran el reflejo de su tiempo.

Con las películas de miedo ocurre lo mismo. Lo que daba miedo antes no da miedo ahora. Aquel monstruo de Frankenstein en blanco y negro ya no asusta a nadie, más bien al contrario, se ha convertido en un adorable ícono pop. Pero en 1931 la gente salía espantada del cine. ¿Acaso debemos creer que en 1931 la gente se asustaba con más facilidad? La pregunta prácticamente se contesta sola, obviamente el público no era más miedica, lo que ocurre es que los códigos estéticos del miedo de 1931 son ineficaces en la actualidad.

En las películas de terror, más que en ningún otro género, es donde se aprecia con más claridad la evolución de las formas y modos del cine, no sólo dentro de la pantalla sino también en el público, que con el paso del tiempo se asusta por motivos distintos.

Gran parte de las estrategias del terror en el cine han quedado obsoletas y en más de una ocasión provocan más risa que miedo. Ahora el cine habla de “terror elevado” para referirse a una nueva generación de películas de terror que investigan nuevas formas de causar miedo. Recientemente se han estrenado dos películas que responden a esta nueva fórmula: “El baño del diablo” y “Caddo Lake”.

El baño del diablo” es la flamante ganadora del Festival de Sitges, así como Oso de Plata en el Festival de Berlín. El gran requisito de Sitges es que las películas tengan un componente fantástico, sin embargo con “El baño del diablo” han hecho una excepción pues la película no tiene ningún elemento fantástico.

En realidad la película podría incluirse dentro del llamado “terror-folk”, un subgénero que profundiza en oscuras religiones paganas y antiguos rituales. “El baño del diablo” narra las costumbres arcanas de un pueblo de alta montaña en Austria durante la Edad Media. Una sociedad cerrada y sometida al temor de Dios. Los directores Severin Fiala y Veronika Frank se cuestionan la forma en que eran tratados los problemas de salud mental por aquellos campesinos cuya limitada visión de la vida era interpretada de en clave de superstición católica. El miedo a Dios, como severo vigilante omnipotente, es el protagonista en la sombra de un violento drama rural con estética de cuento gótico.

“Caddo Lake” se ha estrenado en plataformas, así que no podrán ustedes disfrutarla en cines. Producida por M. Night Shyamalan “Caddo Lake” es una prueba más de que el estilo del director ha creado escuela, hasta el punto de convertirse en una línea de terror corporativa.

“Caddo Lake” vuelve al dichoso asunto del metaverso con un tratamiento argumental muy similar al que ofreció, hace unos años, la magnética pero confusa serie “Dark”. Personalmente tengo un problema con las películas de paradojas temporales pues me paso más tiempo intentando entender en que maldito año se encuentran los protagonistas que siguiendo el hilo del argumento.

Por lo demás “Caddo Lake” ubicada en los verdosos pantanos de Louisiana es una película muy entretenida pero convencional y de nuevo me vuelve a ocurrir que con los constantes saltos en el tiempo ya no sé si la madre del protagonista era realmente su hija, o la hija era la abuela en un futuro alternativo. En fin, un lío.

Perico Gual

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