Los más jóvenes piensan que en los años ochenta todo era muy sofisticado. Luces de neón, colores flúor y sonido electrónico. Nada más lejos de la realidad. Al menos en España estábamos más cerca de “El ladrón de bicicletas” que de “Blade Runner”.
Los ochenta
En los años ochenta España era bastante gris. Con el final de la dictadura todavía reciente seguía reinando un austero espíritu castrense. Por entonces la Guardia Civil todavía llevaba tricornio y en las calles era habitual ver paseado a curas, monjas, incluso a la policía militar. Las fachadas, llenas de hollín, eran oscuras, el cableado eléctrico se enredaba sobre los tejados y la basura se amontonaba sobre sucios cubos de caucho. En la calle había muchos señores con bigote, señoras en bata, colmados de abastos, mercerías, motocarros y el inconfundible reclamo de la flauta del afilador.
Pero la moda nos quiere convencer de que los ochenta fueron el paradigma de la modernidad. Una moda que la televisión y la publicidad se encargan de saturar con parafernalia de la época: grafitis, radiocasetes, cintas de vídeo VHS, pelos cardados y chaquetas con hombreras. En cuanto al cine el director Paul Thomas Anderson fue de los primeros en ofrecer una mirada retrospectiva a los años ochenta en su película “Boogie Nights” (1997). Desde entonces la lista de películas vintage es interminable, abriéndose paso en las plataformas digitales, como el homenaje al cine fantástico de la serie “Strangers Things”. Incluso Marvel, al acecho de las nuevas tendencias, se ha rendido a la moda con “Wonder Woman 1984”.
Pero como ocurre con las modas, siempre fugaces, la fiebre revival está dando señales de agotamiento. Ti West es de esos directores que se ha subido tarde al tren ochentero. El cine de Ti West mira hacia atrás, concretamente al cine explotation de los setenta y los ochenta. Sus películas son como un gran collage de referencias cinéfilas. Una ensalada aliñada con todos los tópicos de aquella época.
MaXXXine
“MaXXXine”, la nueva película del director, cierra la trilogía de terror que inició con “Pearl” y continuó con “X”. Como es habitual en el estilo de West “MaXXXine” es un continuo homenaje a géneros como el slasher o el giallo italiano, así como a clásicos del suspense como “Psicosis”. Si Norman Bates, el psicópata de “Psicosis”, disecaba pájaros, Ti West es el taxidermista de los años ochenta. Un intento de dar vida a lo muerto. Porque más allá de su obsesión por la referencia “MaXXXine” es una película disecada. Una película vacía.
“MaXXXine” es un disparate monumental. Una película donde todo es simulacro. Parece que hay un argumento pero no lo hay, parece que hay un villano pero es ridículo, parece que hay una película pero realmente no hay nada. El recurso al guiño cinéfilo es tan exagerado que su reiteración parece una broma. Hay escenas que parecen parodias al estilo de “Scary Movie”.
Con un argumento absurdo y un tono que vacila entre el homenaje y el chiste, lo más serio de “MaXXXine” es su heroína empoderada. Para la construcción de un estereotipo de mujer fuerte la película no se anda con bromas. Maxine, la protagonista de la película interpretada por Mia Goth, es una versión femenina de “Harry el sucio”. Una mujer justiciera y con malas pulgas que mata sin pestañear. Pero Maxine es sobre todo una joven atractiva que persigue la fama a cualquier precio. Maxine quiere que la miren y la aplaudan, por eso la película gira en torno a ella como si de un gran selfie se tratara. Un canto (otro más) a la vanidad adolescente en la era Instagram.
La moda ochentera ha tocado fondo. Habrá que encontrar nuevas excusas para ser moderno. Como dice la nueva psicología del todo a cien: pasemos página.