La evolución de Disney: de cuentos de hadas a superhéroes irreverentes en ‘Deadpool 3’
Jamás pensé que llegaría a decir esto pero así es, me refiero a las palabras Disney y sexo anal
juntas en una misma frase. El arranque de este artículo no pretende ser una provocación sino
la constatación de una triste realidad. Se acaba de estrenar en cines la tercera entrega de
“Deadpool”, el nuevo superhéroe de Disney, que reivindica con desparpajo el sexo anal, así
como otras prácticas estimulantes como el consumo de cocaína. Hace ya un siglo Walt Disney
imaginó un mundo de fantasía, un mundo de caballeros y princesas, castillos fabulosos y
bosques encantados llenos de ciervos y ardillas bondadosas. Pero el cuento, efectivamente, ha
cambiado mucho. Ahora nadie cree en magos y muchos menos en princesas, así que la factoría
Disney ha tenido que adaptarse a la vulgaridad de los nuevos tiempos donde la inocencia está
de capa caída.
El actor Ryan Reynolds vuelve a ser, por tercera vez, Deadpool un superhéroe bastante
particular, deslenguado, impertinente y muy provocador. Atrás quedaron los tiempos de
Superman o Capitán América que defendían el bien y la rectitud moral. Ahora los superhéroes
son macarras y malhablados. De hecho ya no defienden el bien ni luchan para salvar la
humanidad. Se hace difícil entender las motivaciones morales de Deadpool en esta nueva
entrega. Lo único que parece claro es que su misión es restaurar su propio futuro que amenaza
con extinguirse, o algo así, y para ello necesita encontrar a Lobezno.
Al sexo anal y a la cocaína hay que añadir algo incluso peor: el metaverso. En el siglo XXI toda
película que quiera ser moderna y futurista tiene que incluir el metaverso. Para ello Deadpool
se embarca en un viaje de múltiples líneas temporales en busca de Lobezno y en su periplo no
sólo se encuentra todos los distintos Lobeznos posibles sino también las distintas versiones de
sí mismo en otros tantos futuros paralelos. Deadpool tiene que enfrentarse a Lobeznos y
Deadpools de todo tipo. Disney aprovecha el metaverso para cubrir su cuota de corrección
política con un mensaje oportunista y panfletario sobre la diversidad.
En resumen, “Deadpool” es una ensalada caótica y confusa donde el argumento es una mera
excusa para la gamberrada de trazo grueso. El público no está tan interesado en el superhéroe
como en las barbaridades que salen de su boca. Deadpool es una suerte de Torrente a la
americana y como ya ocurrió en España con Torrente, un fenómeno juvenil que está arrasando
en taquilla.
Una propuesta más interesante y alejada de la vulgaridad es “Bikeriders” de Jeff Nichols, un
director muy sugerente, con una breve pero intensa carrera cinematográfica. Nichols de dio a
conocer con la sugerente “Take Shelter”, una película modesta pero imaginativa que basculaba
entre lo sobrenatural y el género de catástrofes. Su protagonista, interpretado por Michael
Shannon, se obsesionaba con la idea de que estaba a punto de acontecer una gran catástrofe.
Una amenaza incierta por la que emprede la construcción de un refugio doméstico en el
subsuelo de su granja. “Take Shelter” logró en 2011 el Premio del Jurado en Cannes.
En “Bikeriders” Nichols recupera las películas de moteros de los años 50 y más concretamente
“Salvaje”, esa película de culto con un joven Marlon Brando. Nichols se inspira en las
fotografías que realizó Danny Lyon, un periodista que convivió largas temporadas con una
banda motera. Nichols no está tan interesado en el mundo del motor como en las emociones
fraternales que se sienten al formar parte de una banda. Los actores Tom Hardy (como jefe de
la banda) y Austin Butler representan la rebeldía sin causa de toda una época. “Bikeriders”
reaviva el espíritu pandillero y también sirve como un homenaje a clásicos como “Salvaje”,
“West Side Story” o “Rumble Fish” de Coppola